En este luminoso, brillante siglo XXI, muchos de nosotros nos hemos olvidado de la muerte. Es una extraña que nos asusta. Una en la que no nos atrevemos a pensar por temor a que se arrastre tras nosotros y nos lleve de esta vida que conocemos. En el pasado, sin embargo, la muerte era una amiga siempre presente. La gente nacía y moría en casa, rodeada de familiares o amigos. La muere era aceptada como una parte inevitable de la vida. La muerte se ha convertido en una extraña confinada a las frías morgues y a las funerarias tranquilas y silenciosas. Los derechos de los moribundos y los muertos ya no son una preocupación primordial.