Durante los últimos 300 años, el mundo de los eruditos bíblicos ha ejercido su mente colectiva en resolver el enigma de por qué los evangelios son tan similares y al mismo tiempo tan distintos. El resultado de esta investigación académica ha resultado en el descubrimiento de que Mateo y Lucas dependieron de Marcos y de otra fuente adicional, llamado “Q,” como base para sus propios evangelios.