القهار
كلمة (القهّار) في اللغة صيغة مبالغة من القهر، ومعناه الإجبار،...
Narró Abu Jubaib, Abdallah Ibn Azubair -Al-lah esté complacido con ambos-: Azubair se puso de pie el día de la Batalla del Camello (Basora, 36 H.), me llamó y me dijo: “Hijo mío, todo el que muera hoy lo hará como víctima o verdugo, y yo veo que moriré como víctima de una injusticia. No sé si después de saldar nuestras deudas, quedará algo de nuestros bienes”. Y siguió diciendo: “Hijo mío, vende todas nuestras pertenencias y salda mis deudas”. Luego dejó como voluntad que, de los bienes sobrantes, la tercera parte de un tercio se destine a sus hijos (los de Abdallah Ibn Azubair). Después dijo: “de los bienes sobrantes después de saldar mis deudas, reparte la tercera parte de entre tus hijos”. Dijo Hicham: algunos de los hijos de Abdallah tienen la misma edad que algunos hijos de Azubair. En estos momentos tenía nueve hijos y nueva hijas. Dijo Abdallah: empezó a insistirme en saldar sus deudas y decir: “hijo mío, si no pudieras pagar algo de mis deudas, implora a mi Señor ayuda.” Dijo Abdallah: no supe a quién se refería y por ello le pregunté: “Padre, quién es tu señor”. Él respondió: “Al-lah”. Abdallah recuerda al respecto: “Juro por Al-lah, que cada vez que he encontrado alguna dificultad para saldar su deuda, he implorado diciendo ‘Oh Señor de Azubair, te imploro salda su deuda’, y lo hizo.” Sigue diciendo: Azubair fue asesinado y no dejó como herencia ni un dinar o dírham, pero sí bien inmuebles: el bosque y once casas en Medina, dos casas en Basora, una casa en Kufa y otra en Egipto. Sin embargo, la única deuda que tenía era la que había contraído con un hombre que le traía dinero para que se lo guardase, pero Azubair le había dicho, que lo iba a tomar prestado, ya que temía que se le extraviara. Nunca desempeñó el cargo de Emir, ni se encargó nunca de la recaudación de impuestos o donaciones, nada que no fuera en el campo de batalla acompañando al Mensajero de Al-lah -la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él- con Abu Bakar, Omar y Uzmán, que Al-lah esté complacido con ellos. Sigue Abdallah diciendo: así que sumé sus deudas, que eran ¡dos millones y doscientos mil! Después Hakim Ibn Hizam se encontró con Abdallah y le preguntó: “¿cuánto es la deuda de mi hermano Azubair?”, pero se lo oculté y le respondí: cien mil. Hakim dijo al respecto: Por Al-lah que no veo que sus bienes puedan saldar semejante deuda. Le dijo Abdallah: pues qué piensas si te dijera que son: ¡dos millones y doscientos mil! Hakim respondió: “no creo que puedan hacerle frente. Si no puedan saldar una parte, pedidme ayuda.” Continúa Abdallah su relato: Azubair había comprado el bosque por ciento setenta mil y Abdallah lo vendió por un millón seiscientos mil. Dijo: quien tenga algún deuda contraída con Azubair que venga a vernos al bosque. Vino a verlo Abdallah Ibn Yaafar, a quien Azubair le debía cuatrocientos mil, y le dijo: si quieres se la puedo perdonar. Abdallah le insistió en que no. Así que le dijo: si quieran se la puedo retrasar, pero Abdallah volvió a insistirle en que no. Ibn Yaafar entonces le dijo a Abdallah: “¿por qué no me la pagan con una parte del bosque?”, y Abdallah le dijo: te pertenece pues de este punto a éste. De este modo, Abdallah vendió casi todo el terreno del bosque y saldó su deuda según se estipula, pero quedó una superficie de cuatro sahams y medio (800 metros aprox.). Fue a ver Muawiya y encontró con él Amru Ibn Uzman, Munder Ibn Azubair e Ibn Zaama. Le preguntó Muawiya: “¿en cuánto se estimó el precio del bosque?” Le respondió “cada saham (175m aprox.) por cien mil”. Le dijo: “¿y cuánto queda de ella?”. Le contestó: cuatro sahams y medio. Le dijo Munder Ibn Azubair: compraré un saham por cien mil. Dijo Amru Ibn Uzman: yo también compraré un saham por cien mil, y dijo Ibn Zaama yo también compraré un saham por cien mil. Le dijo Muawiya: “¿y cuánto queda ahora?”. “Un saham y medio”, le respondió. Le dijo Muawiya: “lo compro por ciento cincuenta mil”. Sigue diciendo: “Abdallah Ibn Yaafar vendió su porción a Muawiya por seiscientos mil. Cuando Ibn Azubair hubo terminado de saldar todas las deudas de su padre, le dijeron los hijos de Azubair: “reparte entre nosotros nuestra herencia”. Él les contestó: “juro por Al-lah que no repartiré nada entre ustedes hasta que no pasen cuatro años, en los que llamaremos a todo aquel que tenga alguna deuda con Azubair que venga para que la saldemos con él”. Cuando pasaron los cuatro años, repartió la herencia entre ellos y donó un tercio. Las esposas de Azubair eran cuatro. Cada mujer obtuvo un millón doscientos mil. El dinero de Azubair en total fue cincuenta millones doscientos mil.
Azubair Ibn Awam le dijo a su hijo Abdallah el día de la Batalla del Camello (Basora, 36 H.), una batalla provocada con el fin de que se entreguen los asesinos de Uzman: “Hoy me veo como un mártir que morirá siendo víctima. Mi única preocupación son mis deudas, sáldalas por mí. A pesar de que sus deudas superaban sus posesiones, dejó como voluntad destinar un tercio a sus nietos (los hijos de Abdallah), ya que sabía que por ley no tenían una parte estipulada de la herencia, puesto que su hijo (el padre de ellos) sigue vivo. Así que les dejó un tercio de la tercera parte, algo que era suficiente para todos. La gente le entregaba su dinero para que se los guarde y él se negaba a tomarla como custodio ya que temía que se le extraviaran. Les decía: “no lo tendré en custodia sino que lo tomo préstamo. El era un hombre humilde y de fiar. Nunca ocupó el cargo e emir ni nada similar. Así que cuando murió y su hijo saldó todas sus deudas, y quedó una parte de su dinero, los herederos le pidieron que lo repartiera entre ellos, pero Abdallah se negó a hacerlo antes de pregonarlo entre los peregrinos del periodo del Hayy. Y solo cuando se haya asegurado de que no queda nadie a quien le daba dinero, repartirá lo que quede entre los herederos, y así lo hizo. De este modo, su hijo saldó todas sus deudas y le dio a sus cuatro viudas la parte que les corresponde de la herencia.