العلي
كلمة العليّ في اللغة هي صفة مشبهة من العلوّ، والصفة المشبهة تدل...
De Qais Ibn Bashri At Taglabí, se transmitió que dijo: “Me informó mi padre, que se encontraba sentado junto con Abu Dardá, dijo: Había un hombre en Damasco de los compañeros del Mensajero, Al-lah le bendiga y le dé paz, conocido con el nombre de Ibn Al Handalía. Era un hombre solitario, que apenas se sentaba con la gente. La mayor parte de su tiempo se la pasaba orando y cuando la terminaba de la oración, se ponía a glorificar a Al-lah diciendo: ‘Subhana Al-lah’ (gloria a Al-lah) y ‘Al-lahu Akbar’ (Al-lah es el más grande). Y así hasta que regresaba a su familia. Un día pasó junto a nosotros estando con Abu Dardá. Y le dijo Abu Dardá: ‘Dinos algo de provecho sin que te perjudique a ti’. Dijo: 'El Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, envió una expedición y, una vez que estuvo de vuelta, vino uno de los hombres participantes en dicha expedición y se sentó en el círculo de reunión en el que se sentaba el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz. Entonces le dijo al hombre que estaba sentado a su lado: ‘¡Si vieras cuando nos enfrentamos al enemigo! Fulano cargó contra su adversario y en el momento de clavarle la lanza le dijo: ‘¡Toma! esto de mi parte. Y yo soy Al-Gulam Al Guifarí (de la tribu de Abu Dhar). ¿A ti qué te parece lo que le dijo?' El hombre le contestó: ‘Eso le anuló su recompensa’. Mientras tanto, esa respuesta la oyó un tercer hombre y dijo: ‘Sin embargo, yo no veo mal alguno en eso que dijo'. Empezaron a discutir de tal forma que lo escuchó el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y les dijo: ‘¡Subhanallah! Nada le impide, por su acción, obtener su recompensa en la otra vida y su elogio en ésta’. Así pues, vi como Abu Dardá se alegraba por ello y levantó su cabeza y mirando hacia el hombre le preguntó: ‘¿Oíste tú eso realmente del Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz?’ Dijo: ‘¡Sí!’ Y no cesó de repetirle la pregunta hasta tal punto que dije: ‘Se arrodillará humildemente como lo hace el discípulo ante su maestro’. Otro día, pasó de nuevo junto a nosotros y le dijo Abu Dardá: ‘¡Dinos algo de lo que saquemos provecho y que a ti no te perjudique!’ Le dijo: ‘Nos dijo una vez el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: El que gasta en la alimentación y cuidado de los caballos (para su disposición inmediata en el combate por la causa de Al-lah) es como el que extiende su mano para dar y no la encoge ni aprieta’. Después volvió a pasar otro día junto a nosotros y le volvió a decir Abu Dardá: ‘¡Dinos algo de lo que saquemos provecho y que a ti no te perjudique!’ Y volvió a hablar diciendo: ‘Dijo el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: ¡Qué buen hombre es Juraim Al Usaidí! ¡Si no fuera por su larga cabellera y su ropa arrastrándose!’ Llegó esto a oídos de Juraim y apresurándose cogió un cuchillo y se cortó el pelo hasta las orejas y acortó su ropa hasta la mitad de la pierna. Después pasó otra vez junto a nosotros y Abu Dardá le hizo la misma petición. Éste le dijo: ‘Oí decir al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: Ciertamente estáis cerca del encuentro con vuestros hermanos. Arreglad por lo tanto vuestras monturas y vuestros ropajes. De tal forma que lleguéis con buen aspecto y buena presencia. Pues verdaderamente a Al-lah no le gusta ni la indecencia ni el que es indecente’”.
Había un hombre en Damasco llamado Ibn Al Handalía. Era un hombre solitario, que apenas se sentaba con la gente. La mayor parte de su tiempo se la pasaba orando y cuando la terminaba de la oración, se ponía a glorificar a Al-lah y a velar por los asuntos de su familia. Un día pasó junto a Abu Dardá, Al-lah esté complacido con él, estando sentado con sus compañeros. Abu Dardá le dijo: ‘Dinos algo de provecho sin que te perjudique a ti’. Ibn Al Handalía le contó que el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, envió una expedición reducida de menos de 400 soldados para combatir a los incrédulos, a menos que se conviertan al Islam. Una vez de vuelta, vinieron a ver al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y uno de los hombres participantes en dicha expedición se sentó en el círculo de reunión en el que se sentaba el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz. Entonces empezó a hablar de la expedición y de lo que hizo. Mencionó el suceso de un hombre que lanzaba y decía al mismo tiempo: ‘¡Toma! esto de mi parte. Y yo soy Al-Gulam Al Guifarí (de la tribu de Abu Dhar). Lo hace para vanagloriarse y sacar pecho, ya que en la guerra no hay mal en jactarse ante el enemigo. Algunos presentes dijeron: "Eso le anuló su recompensa". Otros dijeron que no había mal en ello. Empezaron a discutir de tal forma que lo escuchó el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y les dijo: "¡Subhanallah!", esto es, cómo podéis discutir por eso. "Nada le impide, por su acción, obtener su recompensa en la otra vida y su elogio en ésta". Así Al-lah le garantiza el bien en esta vida y en la Otra. Se le elogia por ser el que lanza al enemigo, al tiempo que Al-lah le guarda su recompensa en la Otra vida. Ibn Bashri At Taglabí dice pude ver cómo Abu Dardá se alegraba tanto por la recompensa que recibía en esta vida, sin contradecir el beneficio de la Otra. Así que, levantó su cabeza ya que estaba con la mirada baja, y le preguntó al hombre: "¿Oíste eso realmente del Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz?" Y el hombre le respondía que "¡Sí!" Y no cesó de repetirle la pregunta hasta tal punto que Ibn Bashri pensó que llegaría a arrodillarse humildemente como lo hace el discípulo ante su maestro. Otro día, pasó de nuevo junto a nosotros y le dijo Abu Dardá: ‘¡Dinos algo de lo que saquemos provecho y que a ti no te perjudique!’ Le dijo: ‘Nos dijo una vez el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: El que gasta en la alimentación y cuidado de los caballos (para su disposición inmediata en el combate por la causa de Al-lah) es como el que extiende su mano para dar y no la encoge ni aprieta’. Después volvió a pasar otro día junto a nosotros y le volvió a decir Abu Dardá: ‘¡Dinos algo de lo que saquemos provecho y que a ti no te perjudique!’ Y volvió a hablar diciendo: ‘Dijo el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: ¡Qué buen hombre es Juraim Al Usaidí! ¡Si no fuera por su larga cabellera y su ropa arrastrándose!’ Llegó esto a oídos de Juraim y apresurándose cogió un cuchillo y se cortó el pelo hasta las orejas y acortó su ropa hasta la mitad de la pierna. Después pasó otra vez junto a nosotros y Abu Dardá le hizo la misma petición. Éste le dijo: ‘Oí decir al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: Ciertamente estáis cerca del encuentro con vuestros hermanos. Arreglad por lo tanto vuestras monturas y vuestros ropajes. De tal forma que lleguéis con buen aspecto y buena presencia. Pues verdaderamente a Al-lah no le gusta ni la indecencia ni el que es indecente’”.